DE MORIBUNDO A MÉDICO

ANTÍDOTOS SOCIALES A SEMEJANZA DE VACUNAS HUMANAS.
Un día, el Señor vio a un moribundo en estado terminal, y le dijo. ¿Deseas curarte?
Este hombre, que solía pedir limosnas para poder apagar su hambre, se sorprendió del ofrecimiento del Señor: Y el moribundo le informó sinceramente:
Ya estuve con médicos en muchos hospitales, y todos coinciden, en que no alcanzaré la mejoría. Y yo mismo veo, que estoy cada vez peor. El Señor le insistió:
Pero si tú pudieras curarte ¿querrías recobrar la salud?

El moribundo casi se irritó por la insistencia de aquel hombre. Él no le conocía, ni sabía como él, abrazó fe, y esperanzas, en tantas y cuántas veces, para luego quedar decepcionado. Y le dijo muy irritado: Mire, a mí nadie me convence, para que tenga esperanzas, ni yo tampoco las deseo. ¿Por qué me voy a ilusionar, cuando en realidad es que aborrezco la vida? El Señor que comprendía al moribundo le volvía a insistir: -Si te curaras, volverías a disfrutar de la vida.
El moribundo encolerizado le gritó. Pero yo lo único que deseo es morirme, para no sufrir más.
El Señor, con mucho amor y sin tomar en cuenta su actitud le dejo reflexionar y después le dijo:
Y si no murieses como deseas ¿Querías ser curado y vivir más dignidad? El moribundo medito unos segundos y sintió pesar, por haber tratado a aquel hombre con tanta soberbia, desagradeciéndole el interés por su bienestar.
Y cansado también por la insistencia del Señor, y para no discutir más razonó: Si es verdad que puedo curarme. ¡Claro que deseo estar sano!
Entonces el Señor le mandó: Ve aquel lugar y di que vas de mi parte.
El moribundo obedeció por respeto al Señor. Pero sin fe convicción ni esperanza.
Al día siguiente, era tan real la mejoría del moribundo, que salió agradecido y entusiasmado a la calle. Para darles testimonio a todos de la veracidad de aquel lugar, y del hombre que allí le mandó.
Cuando testificaba a los que les conocían del lugar, estos se asombraban, pero no les provocaba más que una gran impresión, y una indiferente sorpresa.
Después buscó entre sus amigos moribundos, para llevarles las esperanzas, y la oportunidad como él la tuvo, para que estos también se pudiesen curar.
Cuando éstos le escuchaban desconfiaban como él lo hizo. Pero el moribundo no dudaba en insistir más, y más aún, asta convencerles, diciéndoles:
Recordar, que yo estaba igual, o peor aún que vosotros, y mirar como he quedado.
Así les insistía para convencerles y llevarles hacia donde él pudo recuperar su salud.
Todos los moribundos cuando llegaban allí decían que venían de parte del Señor. Así fue como muchos de todos estos moribundos se curaron.
Un Día, aquél moribundo vio al Señor, y se le acercó para darle las gracias.
El Señor le dijo: -Tú vas a ser un buen médico.
Sorprendido el moribundo rectifico con respeto: Señor apenas sé leer ni escribir y no entiendo de casi nada.
El Señor repitió: -Tú vas a ser un buen médico.

El moribundo, que ya tenía credibilidad y gran fe en Él. Señor, le afirmó: Yo no se como puede llegar a ser esto, Señor. Pero si tú lo dices, sé que será así.

El hombre se fue con una gran reverencia y gratitud.
Este hombre, que había estado desahuciado por los médicos. Se interesaba por la salud de todos los enfermos, pobres y moribundos. Y de los que no podía, llevar a rehabilitar.
Y así siempre estaba haciendo consultas a los médicos y especialistas. Preguntándoles como restablecer la salud. Leía todo lo que ellos le aconsejaban, e iba a todas las auditorias y conferencias, que podía.

Interesándose por todo lo que fuese provechoso para la salud. Y nunca dio un caso por perdido.
Pero los médicos que no se interesan por la salud de los enfermos. Ni comparten sus experiencias con otros médicos. No siguen estudiando, ni tienen interés por la salud de los enfermos: Todos estos fracasaban.

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